La Tía Aida

Ana Toledo
4 min readJul 7, 2022

(La segunda en una serie honrando a mis amadas tías que tanto extraño)

De niña, me encantaba irme a pasar varios días a casa de mis parientes por parte de madre.

Una de mis favoritas lo era la Tía Aida. Casada con mi Tío Julio, hermano de mi madre, la Tía Aida era la viva encarnación de la generosidad, compasión y amor incondicional. Midiendo menos de cinco pies, Titi Aida repartía amor a borbotones sin pedir nada a cambio. Y cuando necesitó pedir algo para ella o su sobrina, siempre aparecía una de las miles de almas a quien “Mamá Aida” tocó durante su larga vida para agradecérselo.

Titi Aida y Tío Julio vivían en un segundo piso en la calle Luis Muñoz Rivera en el centro del pueblo en Vega Alta. Ubicaba en el segundo piso de su negocio, la Funeraria Canales. Su apartamento era angosto y largo, con un balcón que daba hacia la calle.

Su hogar destilaba amor. Sus paredes estaban decoradas con cuadros de la Virgen y el Sagrado Corazón de Jesús, con gigantes rosarios holgadamente guindados de sus marcos. En varias mesas de la casa había varias figuras religiosas, entre las cuales imperaba el Divino Niño Jesús.

Desde temprano cada mañana, antes de hacer un solo desayuno, la estufa de la Tía Aida estaba cubierta de inmensos calderos en los que preparaba almuerzos completos “para quien se apareciese”.

Comenzando a las 11:30 am por el balcón entraban las voces de los comensales del día avisando a Mamá Aida que subirían a almorzar. Dejaba el portón de la escalera abierto, y todos entraban como Pedro por su casa. Porque aquella era su casa.

Hasta las 3 de la tarde había un constante flujo de personas que venían a deleitarse de sus sabrosos manjares. Desde el alcalde del pueblo hasta el más humilde e ingenuo desamparado en el pueblo, todos tenían un asiento en la mesa de mi querida tía.

Siempre fue así. Mientras vivía en la Urbanización Roosevelt recién casada, acostumbraba llevarle la compra a un estudiante universitario muy necesitado. Uno que se convirtió en uno de los más importantes banqueros de la isla.

Mi plato favorito era su arroz con salchichas y las habichuelas colorás, para el cual si empre tenía una raja de aguacate mantequilloso.

Titi Aida era una cristiana real. Vivía su cristianismo sin alardear al respecto. Se daba incondicionalmente a conocidos y desconocidos por igual. Cuando iba a visitar a algún enfermo a un hospital, iba cargando con termos con copas y comidas para el paciente, sus parientes y hasta las enfermeras.

Era difícil no amar a la Tía Aida. A las sobrinas nos llamaba “las chachas”, corto para muchachas. Además de alcahuetearnos, estoy segura que éramos parte integral de sus rituales devocionales diarios.

Tengo un hermoso recuerdo de un pasadía en la playa que nos convidó a mi hermana Charo y a mí durante una de nuestras estadías en su casa. Nos llevó a la playa de Dorado y allí montó un “sencillo” pasadía. Desde carpa hasta caldero de arroz y muslos de pavo, llevó comida cual si fuese a alimentaral balneario completo.

Esa era mi Titi Aida.

LA MAYOR FUENTE DE FELICIDAD: AYUDAR A LOS DEMÁS

Una mujeraza cuyo ejemplo me enseñó que la felicidad más grande para un ser humano ocurre cuando se ayuda al prójimo. Aprendí que haciendo a otros felices me hace a mi feliz.

Años más tarde leí que era a través del servicio que la Madre Teresa lidiaba con la profunda depresión que por décadas le aquejaba.

Tanto en mi vida social como profesional, me he dado incondicionalmente a los que me lo han pedido o los que lo han necesitado. En la mayoría de los casos, ayudar a conocidos o desconocidos de forma anónima me ha brindado gran paz y alegría. Abrirles las puertas de mi casa y compartir lo poco o mucho que hubiese en mi mesa me produjo una especial satisfacción que no se compra con dinero.

NADA INFERIOR A LA LUZ ME PUEDE TOCAR

No guardo resentimiento a los que no han venido a mi rescate en medio de la desgracia que me aqueja. No los culpo. Entiendo que los corruptos criminales que me persiguen y comulgan en misa todos los domingos han demostrado ser crueles e inmisericordes verdugos. Han importado criminales profesionales de la más inescrupulosa calaña a quienes no les tiembla el pulso para matar y lesionar mascotas y personas, así como vandalizar su propiedad para ‘persuadir’ a la gente buena de suprimir su deseo de ayudar a Ana Toledo.

Sin embargo, derivo una gran satisfacción en saber que, al igual que mi Titi Aida, muchos de ustedes en silencio oran por mí en solidaridad. Sus oraciones han permitido que esta mujer atacada, destruida, mancillada y solitaria al día de hoy haya podido sobrevivir la masacre perpetrada en su contra por vicioso cabal que insiste en eliminarla, envenenarla y matarla.

Gracias por su anónimo amor y apoyo.

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Ana Toledo

Puerto Rican warrior & targeted individual; fighting for equal environmental rights, one pipe at a time”. “Mi nada, a nadie se lo debo.” Julia de Burgos.